El “acceso a la tierraâ€: de qué vamos a vivir los argentinos luego del fin de la era de los commodities
Una nueva oportunidad para no caernos del mundo.
Se acabó la era de los commodities. Tuvimos una década para desarrollar un Plan B. Pero no lo hicimos.
De aquà en más la pregunta fundamental en las escuelas, los bares, los programas televisivos de chismes y los grupos de autoayuda deberÃa ser de qué vamos a vivir en los próximos años.
El evento más significativo del perÃodo kirchnerista ocurrió en abril de 1996: a comienzos de ese mes el entonces secretario de Agricultura Felipe Solá autorizó la siembra de la soja tolerante a glifosato para iniciar el proceso que produjo una explosión de divisas entre 2002 y 2012.
La noticia es que el evento más importante del próximo perÃodo quizás ya ocurrió y no lo vimos: se trata de la restricción a la compra de tierras productivas por parte de extranjeros (que comenzó a regir el año pasado).
El gran desafÃo que tenemos por delante es el “acceso a mercados†para poder vender alimentos elaborados con la misma facilidad con la que actualmente colocamos commodities agrÃcolas. La cuestión –claro– es qué tenemos para ofrecer porque ninguna nación regala alegremente su mercado interno a cambio de nada.
Lo que tenemos para ofrecer a cambio es el “acceso a la tierra†(esto no es motivo de orgullo, pero al menos es algo como para empezar a trabajar luego de haber experimentado una expoliación masiva propia de un ejército de ocupación).
Para bajar el concepto a tierra lo mejor es leer el último informe anual presentado por la compañÃa de alimentos saudà Almarai (que en 2012 facturó más de 2600 millones de dólares).
Almarai tiene actualmente unas 23.000 hectáreas productivas en la Argentina. El dato es que el informe define esa inversión como “una importante base estructural y económica orientada a satisfacer una proporción significativa de los recursos forrajeros de Almarai en el futuro†y especifica que ese es “el primer paso hacia la meta de ser completamente dependiente de recursos forrajeros en el largo plazo para proteger de manera efectiva las reservas de agua del Reino de Arabia Sauditaâ€.
No se trata de un caso aislado: muchas corporaciones de Medio Oriente y Asia están buscando posicionarse en tierras productivas para asegurarse la provisión de granos y preservar la disponibilidad de agua dulce para la población local.
Se están haciendo grandes inversiones en naciones africanas en ese sentido. Pero las mismas terminan siendo carÃsimas porque, además de la tierra, los inversores chinos, indios, saudÃes y demás tienen que invertir en rutas, puertos, plantas de acopio, seguridad y un extenso etcétera. Por ese motivo, las naciones latinoamericanas de base agropecuaria son un target ideal para esa demanda.
Al finalizar 2013 la población mundial estimada por el US Census Bureau será de 7095 millones de personas. En 2023 la proyección es de 7845 millones. Y en 2033 de 8500 millones. No sólo estamos hablando de mucha más gente. Estamos hablando también de personas que van a querer vivir también mucho mejor. Â
En ese contexto, la tierra productiva es un bien estratégico. Pero, con el crecimiento brutal de la población global que viene en camino, tener ese bien subutilizado, más que un beneficio, podrÃa terminar siendo un problema enorme (especialmente si además se restringen las exportaciones de commodities agrÃcolas).
La cuestión, entonces, reside en saber que en los próximos años el acceso a la tierra productiva podrÃa ser un factor de negociación crucial para atraer inversiones y promover la apertura comercial de mercados externos. Tenemos (afortunadamente) una nueva oportunidad de salir adelante. Tenemos (por supuesto) la posibilidad de desaprovecharla una vez más.
Ezequiel Tambornini