La otra cara de la crisis de la industria ensambladora de automotores: en Chile la camioneta más vendida en la Argentina cuesta 10.000 dólares menos
Integración comercial bilateral versus modelo de sustitución de importaciones.
Las malas noticias provenientes de las industrias ensambladoras de automotores que operan en el mercado argentino son sólo una parte de la historia. La otra es el costo gigantesco que representa mantener un sector ineficiente.
Vamos a los números. La camioneta más vendida en el mercado argentino es –por lejos– la Toyota Hilux. El modelo Diesel 4×4 SRV 3.0 con doble cabina, que en Chile puede adquirirse a un precio de 39.400 dólares (valor con 19% de IVA incluido), en la Argentina cuesta unos 50.100 dólares (con un IVA de 21%; con un IVA del 19% ese valor sería de 49.260 dólares). Es decir: un 25% más.
En los primeros cinco meses de 2014 se comercializaron en el mercado argentino 12.550 camionetas Hilux (-5% que en el mismo período de 2013). Hagan cuentas. La transferencia de recursos de los sectores consumidores de camionetas (con el agro en primer lugar) hacia la industria automotriz está bastante lejos de ser una cuestión de unas pocas monedas.
Todos las camionetas comercializadas en Chile son importadas de naciones que son eficientes en la fabricación de esos vehículos. Eso mejora la competitividad de la economía del país vecino por dos vías: un acceso más económico al bien en cuestión y la posibilidad de que eso sea compensado con la exportación sin aranceles de productos propios en el marco de “tratados de libre comercio”.
No es casual que Chile haya firmado trece “tratados de libre comercio” con muchas de las principales naciones del orbe. Esta semana –de hecho– se evaluó el estado de situación del octavo aniversario del TLC entre Chile y China. El resultado: las ventajas arancelarias permitieron que China sea actualmente el principal socio comercial del país trasandino.
En la Argentina, en cambio, el capricho por mantener una industria ensambladora de automotores genera muchos más problemas sociales y económicos que beneficios. En 2013 el sector registró un déficit de divisas superior a 8000 millones de dólares. Y ante el menor inconveniente, las empresas del sector suelen paralizar la producción sin considerar el daño que eso genera en las familias de los trabajadores que dependen de ellas.
Si el “subsidio” de miles de millones de dólares que empresas y consumidores argentinos transfieren todos los años a ese sector se destinara a producir bienes en los cuales somos realmente competitivos (fundamentalmente alimentos), se generarían muchísimos más empleos (y sobre bases sustentables) que los aportados (de manera inestable) por el sector ensamblador de automotores.
Autoridades del gobierno argentino solicitaron esta semana a representantes de las industrias automotrices que bajen los precios de los vehículos para promover mayores ventas. La mejor manera de que eso ocurra es integrarse inteligentemente con el mundo.
Ezequiel Tambornini