No importa saber cuál será el próximo gobierno nacional: el futuro de la Argentina está en las provincias
Hoy son súbditos del gobierno central.
Si van al sur de la ciudad de Rosario no dejen de pasar por el City Center. Se trata de un complejo integrado por un casino, un hotel cinco estrellas, piscinas, canchas de tenis, spa, fitness center y muchas otras cosas más. El lugar, custodiado por un pequeño ejército de guardias privados, se encuentra lindante –en los diferentes ángulos amurallados que conforman sus límites– con un barrio pobre y una villa miseria.
El casino es uno de los pocos lugares al que pueden acceder los habitantes del lugar: diariamente cientos (miles los fines de semana) van a jugarse lo poco que tienen. Lo único que falta en la zona para terminar tan importante emprendimiento es un cartel enorme con las siguientes palabras: “Están jodidos”.
Seguramente el político de turno de la zona soñó (seamos condescendientes) construir en aquel lugar una escuela, con un comedor que pudiese ofrecer alimentos tan dignos como nutritivos, un complejo deportivo, cultural y demás aportes al desarrollo de la civilización humana. Pero, claro, el político nos dirá que no cuenta con recursos suficientes para semejante obra. Y que debió aceptar ese emprendimiento, por más insultante que sea, sin hacer demasiadas preguntas sobre el origen del dinero.
El dato es que en las inmediaciones de la ciudad de Rosario están localizadas las terminales portuarias a través de las cuales salen las exportaciones de productos agrícolas que proveen de divisas a todos los sectores económicos del país.
Rosario y su zona de influencia, en lugar de ser una fábrica de mano de obra barata para los narcos, debería ser, por derecho propio, una de las regiones más prósperas de la nación. Pero no lo es.
Un mes atrás la mayoría kirchnerista aprobó en el Congreso una nueva Ley de Hidrocarburos (Nº 27.007) que otorga a las provincias petroleras una regalía base del 12% sobre el total de petróleo y gas producidos en boca de pozo. Algunos dicen que es un porcentaje bajísimo. Lo cierto es que es una enormidad frente a lo poco que reciben las provincias agrícolas del “Fondo Federal Solidario”.
En 2009 un decreto presidencial dispuso que el 30% de lo que la Nación recauda por derechos de exportación de poroto, harina y aceite de soja sea coparticipado entre todas las provincias del país. Ninguno de los gobernadores de las grandes provincias agrícolas –Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba– salió a defenderse de tal atropello. Es saludable preguntarse qué habría pasado en Río Negro y Neuquén si el proyecto kirchnerista de hidrocarburos hubiese propuesto distribuir las regalías entre todas las provincias argentinas.
Un solo dato. Si el gobierno de Santa Fe pudiese cobrar el 100% de las retenciones de los productos derivados de su propia producción de soja (ya sea como poroto, harina, aceite o biodiesel) recibiría una suma superior a la recaudación total proveniente de todos los impuestos provinciales (Ingresos Brutos, Inmobiliario, Sellos y Patentes). Es decir: no habría villas, ni necesidad de montar ningún City Center, si los santafesinos pudiesen vivir con sus propios recursos.
No me interesa saber quién va a ganar las elecciones presidenciales del año que viene. No espero nada del gobierno nacional. El futuro de la Argentina (si es que tiene alguno) está en las ciudades de Córdoba, Santa Fe o La Plata.
Algún día, quizás, Córdoba, Santa Fe o Buenos Aires dejarán de tener gobernadores “felpudo” –que se dejan expoliar por el gobierno nacional a cambio de soñar con alcanzar, en un futuro, ese mismo privilegio– para contar con verdaderos líderes, con auténticos representantes de los intereses de sus jurisdicciones, que se animen a reclamar la dignidad que les corresponde. Por mucho menos los escoceses estuvieron a un paso de separarse del Reino Unido.
Ezequiel Tambornini