Basta de analfabetos intelectuales: la siembra directa logró salvar a la Humanidad de la hambruna
Una tecnologÃa extraordinaria muy poco conocida.
Esta semana un grupo de analfabetos intelectuales que ocupa cargos públicos intentó relacionar a la práctica agrÃcola de la “siembra directa†con las inundaciones.
Los responsables de Aapresid –con buenos reflejos– publicaron dos documentos (“¿La siembra directa es responsable de las inundaciones?†y “Derribando mitos y aclarando dudasâ€) en los cuales se aclara que tal práctica contribuye a reducir el impacto de los excesos hÃdricos.
Dos años atrás el ensayista argentino MartÃn Hary publicó un libro (“Climagate: secretos de la naturaleza versus relato ecologista para consumo urbanoâ€) en el cual, con mucha claridad, explica cómo la siembra directa logró salvar al mundo de hambrunas y desastres ambientales. A continuación se reproducen algunos párrafos textuales de esa obra.
*********************************
“En 1837 John Deere fabrica su primer arado de acero. Un arado con reja vertedera, es decir, con la propiedad de dar vuelta (patas para arriba) el pan de tierra. Poco más tarde, sobre los primeros años del 1900 aparecieron los primeros tractores, que reemplazaron, por potencia y capacidad de trabajo, la tracción a sangreâ€.
“El auge de esta nueva técnica terminó, en algunas regiones, en una catástrofe. La mayor de ellas, fue en el medio oeste americano, en años ciertamente de gran sequÃa, pero donde el factor propiciante fue el uso abusivo que hicieron los colonos del tractor y el aradoâ€.
“De 1932 a 1938 unos 400.000 kilómetros cuadrados, desde Dakota hasta el norte de Texas (una superficie similar a gran parte de la pampa agrÃcola Argentina) padeció un proceso de desertificación total, donde todos los campos volaban, cubriendo alambrados, sepultando casas y herramientas de farmers, en aquello que se llamó el “Dust bowlâ€, (algo asà como ‘palangana de polvareda’) concretamente tormentas secas y voladuras de tierraâ€.
“Fue el desastre ecológico más grande de los tiempos modernos. Un millón de personas, de farmers con sus familias, tuvieron que abandonar absolutamente todo, ahogados por el polvo y la miseria, y migrar hacia otros Estados, principalmente a California (donde curiosamente les hicieron la vida imposible para ingresarâ€).
“El presidente Roosevelt cruzó la región personalmente para manifestar su apoyo a esta masa de desamparados, ciertamente sin muchos resultados concretos, pues la Naturaleza se habÃa decididamente puesto en contra. Lo poco que se hizo lo concretó el extraordinario Hugh Hamond Benet, quien, por su talento organizativo y conocimientos, convocó el propio Roosveltâ€.
“Su estrategia fue un tanto primaria: la construcción, una vez más con arados, de bordos de contención y rayado de superficies, a fin de que el viento no pudiera, con tanta facilidad, acelerar partÃculas de polvo y frenar asà la pavorosa erosión eólica. Eso era un paliativo, pero no una solución. Pero a decir verdad nadie sabÃa cómo aplacar los humores de la Naturaleza. Este mérito, o descubrimiento genial, fue obra de un personaje anodino de apellido Faulknerâ€.
“Edward Faulkner fue un técnico extensionista en el servicio de suelos Americano. Allá por los años 1940, después de haber vivido la espantosa sequÃa que azoló al oeste americano, decidió, con sus magros recursos, encontrar otra forma de hacer agricultura, más aún, ver la posibilidad de recuperar suelos destruidosâ€.
“Su observación le decÃa que el violento ataque que hacÃa el arado al suelo, invirtiendo el pan de tierra, dejando en superficie lo que antes estaba al resguardo y abajo, no podÃa ser bueno. La Naturaleza no hacÃa esto, su intuición le decÃa que lo correcto era imitar lo que Natura hacÃa. ¿Más cómo hacerlo? ¿Cómo lograr un terreno libre de malezas y una cama de siembra aceptable? Este fue el desafÃo que se planteóâ€.
“Sus experiencias se publicaron en un pequeño libro que se llamó “La locura del arador†(Plowman’s folly), en el cual muestra, después de señalar lo nocivo de las labranzas, como pudo recuperar en fertilidad un baldÃo cuya capa de suelo bueno habÃa sido desmontada para la fabricación de ladrillosâ€.
“En suma, lo que le quedaba eran los restos de una cantera, es decir, un horizonte B que habÃa perdido todo su horizonte húmico de tipo A. Allà acumulando años tras año residuos vegetales, primero traÃdos, luego producidos in situ, finalmente consiguió revivir ese suelo y hacerlo nuevamente productivo. Con una rastra de discos liviana raspaba el suelo, agrediéndolo lo menos posible, sembraba centeno y luego volcaba el rastrojo sobre el suelo con aquel mismo implemento precario. Asà año tras año, hasta que comenzó a ver progresos notables en el esponjamiento de ese suelo destruido y cultivos crecientemente turgentesâ€.
“Faulkner, con cierta justicia, debe calificarse como el padre de la siembra directa. Pero sus trabajos fueron largamente olvidados hasta que en los 60, en los Estados Unidos, nuevamente un extensionista y un agricultor, Phillips y Young retomaron con éxito el tema, apoyados más tarde por la Universidad de Kentucky. Este es el inicio de esa extraordinaria técnica, “la gran revolución agrÃcola de la era modernaâ€, ese salto enorme de productividad, que es, que significa, el advenimiento de la siembra directaâ€.
“Resulta curioso, quizás una cuestión de nuestro tiempo, quizás por el divorcio que hay entre la ciudad, la vida urbana, y el campo, que estos hechos y personas son prácticamente desconocidas. En Internet hay poquÃsima información, en la Red, bajo Faulkner, uno encuentra evidentemente (y con gran cúmulo de información) a William Faulkner el escritor y, con galerÃa de fotos incluida, a otro Edward Faulkner, actor de Hollywood, compañero de John Wayne, pero casi nada de nuestro Edward Faulkner, tampoco hay información sobre Phillips y Young, o sólo de forma marginalâ€.
“Esas tres personas están, con su extraordinaria creatividad, en los inicios de la mayor revolución agrÃcola desde el paleolÃtico, aquel inicio, aquella revolución primera, cuando el hombre nómade y cazador se asentó y aprendió a cultivar el sueloâ€.
“La “siembra directaâ€, con toda propiedad, debe ser catalogada como la Segunda Revolución AgrÃcola. Es más sin esta genial y copernicana manera de cultivar la tierra, esto es, sin dar vuelta el pan de tierra, imitando la Naturaleza, la producción mundial estarÃa muy por debajo de los rendimientos actuales y de seguro la población mundial, toda ella, vivirÃa, como en el Medioevo, acechada por el fantasma de la desnutriciónâ€.
“Por lo visto es más importante un actor de cine o un futbolista que estos hombres que desde el agro y la Naturaleza realizaron un descubrimiento que, sin desmerecer a Steve Jobs, resulta, desde lo elemental, desde las bases de la matriz alimentaria mundial, en cierto modo más importante que lo del genial Jobsâ€.
“Este hecho casi anecdótico muestra la incomprensión o desconocimiento que tiene la urbanidad, el hombre de la ciudad, de las cuestiones rurales, de la Pachamama que le da de comer. Ciertamente el citadino no tiene porqué saber estas cosas, pero hay en este estado de ignorancia un lado harto peligroso, es cuando ciertos ambientalistas, generando más confusión aún, promueven, desde sus ideales románticos o desde intereses comerciales, desde la explotación de un “nicho†que les permite lucrar, ideas totalmente contrarias a una sana ecologÃa, consignas que luego el citadino repite como loro (sin saber en el fondo de lo que habla), como es la cantinela del glifosato o los transgénicosâ€.
“Alguien deberÃa decirles a estas personas que por este camino y de volver a una agricultura primitiva, la comida va a faltar o se les va a encarecer enormementeâ€.
“La cuestión es grave porque todos vivimos en democracia y este sistema da razón al número. Los agricultores no representan hoy mucho más que un 2% del padrón. Es también por eso que nuestro Faulkner no figura en las redesâ€.
“La siembra directa tenÃa, en sus inicios, dos problemas: uno mecánico, es decir concebir una herramienta que podÃa colocar la semilla en un suelo no labrado y segundo, como erradicar la vegetación anterior sin usar el arado, rol que finalmente logró un herbicida de amplÃsimo espectro, el consabido glifosatoâ€.
“La siembra directa no es sólo el hecho de depositar la semilla en un suelo sin labrar, sino fundamentalmente es un sistema que imita el proceder de la Naturaleza, al depositar sobre el suelo residuos de cosechas y con ello enriquecer (o por lo menos mantener) la materia orgánica del sueloâ€.
“La siembra directa en Argentina comenzó con cierta intensidad en los años 90, y durante ese lapso de tiempo las siembras realizadas con buena incorporación de rastrojos pudieron recuperar materia orgánica, es decir carbono retenido, en valores importantes, superando en ciertos casos un 2% en su incrementoâ€.
“Argentina cultiva unas 35 millones de hectáreas. Un 1% de aumento en la materia orgánica en general (algo que ciertamente aún no se logró) equivaldrÃa a 525 millones de toneladas de carbono retenido. De lo cual se deduce que una agricultura en siembra directa permite limpiar la atmósfera y teóricamente acceder a los llamados “bonos de carbono†(que ciertas industrias extranjeras polucionantes pagan en compensación a actividades que neutralizan carbono)â€.