La soja no tiene la culpa de todo: es imposible evaluar inundaciones sin analizar la variación de los niveles hidráulicos
Un fenómeno complejo y dinámico.
Recientemente se difundió en medios periodÃsticos nacionales un documento, elaborado en 2013 por dos técnicos del INTA Marcos Juárez –Nicolás Bertram y Sebastián Chiacchiera–, en el cual se indica una relación directa entre la inundación y el cultivo de soja.
El trabajo en cuestión indica que “el cambio de actividades (ganaderÃa por agricultura, pasturas perennes y pastizales por cultivos anuales), rotaciones agrÃcolas prácticamente inexistentes, tecnologÃa de insumos y procesos, etcétera, habrÃan generado un menor consumo hÃdrico sostenido en el tiempo y, en consecuencia, excedentes pluviales pasaron sistemáticamente a aumentar los niveles freáticosâ€. Y añade que “cuando se analiza la relación existente entre la profundidad de napa y la superficie implantada con el cultivo de soja, ésta explica casi un 70% del comportamiento del componente freáticoâ€.
Si bien se trata, seguramente, de una variable por tener en cuenta el momento de estudiar el origen de una inundación, los factores que intervienen en la evolución de la napa freática son mucho más complejos y dinámicos.
“En mi opinión está faltando, en el análisis que se realiza, la variable proceso hidrogeológico regional, vinculado, por un lado, a la infiltración y recarga del agua subterránea y, por el otro, a la descarga del agua subterránea en los ámbitos deprimidos principalesâ€, comentó el hidrogeólogo Jorge Mugni en un artÃculo publicado por InfoCREA.
“Si se efectúa este análisis, seguramente se llegará a la conclusión que la infiltración de agua de lluvia y por ende recarga del agua subterránea en los ámbitos de divisorias (zonas de recarga principal) ha sido elevadÃsimo y eso tiene su impacto en las zonas de descarga principal (ámbitos deprimidos), que son precisamente los afectados y en el cual el sistema hÃdrico subterráneo, al no poder movilizar, por falta de gradiente hidráulico, el inmenso volumen de agua producto de la recarga ocurrida en las zonas elevadas, origina el ascenso de dicha masa hÃdrica como única forma de descomprimir la mismaâ€, explicó el especialista.
“Casualmente, por este tema, en Marcos Juárez trabajé en el año 1993, llevando a cabo un asesoramiento para el municipio y diseñando una baterÃa de 16 perforaciones para el abatimiento de la napa que se encontraba aflorando en superficie. Lo increÃble, como en ese momento expliqué en diferentes charlas, es que mientras en la ciudad y con la mayor cota altimétrica, el agua subterránea afloraba por las juntas del pavimento, a nivel rural con una menor cota topográfica, el agua se ubicaba a dos metros de profundidad. ¿Cuál era la causa del problema? No era la soja, sino la falta de cloacas y la importación de agua dulce de otro ámbito, con la cual se recargaba a través de los pozos ciegos el acuÃfero freáticoâ€, añadió Mugni.
Un ejemplo para comprender el impacto del proceso hidrogeológico regional en una inundación es el ocurrido en lo últimos años en el noroeste de Buenos Aires, región afectada por una seca que se extendió desde 2008 a 2010, en la cual la profundidad del agua subterránea se ubicó a varios metros de profundidad (entre 4 a 6 metros y en algunos sectores más).
“En el ápice de la sequÃa (año 2009) resultó increÃble ver totalmente secas, en Bragado, a la Laguna Municipal y a la Laguna de Bragado, como asà también al canal que une esos complejos lagunaresâ€, indicó Mugni.
Pero a partir de enero de 2012 comenzaron a registrar precipitaciones abundantes en la zona y eso produjo una importante recuperación de la profundidad del agua subterránea. “A medida que el sistema empezó a recargarse, eso originó su presurización y, como esa presión no podÃa ser liberada de manera horizontal por la baja velocidad con la cual circula el agua, el sistema hÃdrico subterráneo liberaba la presión de manera vertical, ascendiendo asà el nivel del agua subterráneaâ€, explicó Mugni.
Sucede que, a diferencia de lo que ocurre con el agua superficial –en donde el agua, una vez que se encauza, circula a una velocidad de metros por segundo– en el caso del agua subterránea la velocidad de circulación es de tan sólo algunos centÃmetros por dÃa.
Por ende, a medida que el desequilibrio continúa (o sea: el ingreso de agua subterránea, producto de la infiltración de las lluvias, es mayor a su posibilidad de egreso del sistema), el ascenso de la napa se transforma en anegamientos de sectores bajos y luego en inundación.
“Ese proceso fue el que ocasionó, luego de una sequÃa, las inundaciones de 2012/2013 en el noroeste de la provincia de Buenos Aires; por ese motivo hay que estar alerta sobre lo que sucede con el nivel del agua subterránea, ya que, a diferencia de lo que ocurre con un curso superficial, cuyo cauce puede profundizarse y ensancharse para que transporte un mayor caudal e inclusive rectificarse para que circule por otra zona, en el caso del agua subterránea nada de eso puede hacerse y aquà lo único viable es conocer cómo evoluciona la profundidad del agua a los efectos de tomar medidas a tiempo, antes que el agua aflore en superficie y recién ahà descubramos el fenómeno que, desde hacÃa tiempo, se estaba produciendoâ€, explicó el hidrogeólogo. “Si la causa de una inundación fuese exclusivamente la soja, entonces no habrÃa variación de niveles hidráulicosâ€, concluyó.