La alfalfa ya tiene su propia entidad: uno de los pocos productos agropecuarios que tienen un balance comercial negativo
Una cuenta pendiente.
“¡Se lanzó la Cámara Argentina de Productores de Alfalfa y trabajamos con ellos desde el primer día!”. Así lo indicó esta semana el subsecretario de Agricultura del Ministerio de Agroindustria de la Nación, Luis Urriza, en su cuenta personal de Twitter.
La producción de semilla nacional de alfalfa es una cuenta pendiente del sector agroindustrial porque, debido a la informalidad histórica presente en el sector, no pudieron darse las condiciones para generar una industria local de la leguminosa.
Por ese motivo, la gestión actual del Instituto Nacional de Semillas (Inase) está realizando esfuerzos para desactivar el comercial ilegal de semillas, entre los cuales, por ejemplo, se destacó la denuncia –realizada en noviembre pasado– con nombre y apellido de los operadores que vendían semillas de alfalfa transgénica (la cual, además de ser ilegal, no está autorizada en territorio argentino).
Sólo en el primer bimestre de este año agentes del Inase detectaron 165.405 kilogramos de semilla de alfalfa ilegal en las localidades bonaerenses de Hilario Ascasubi, Pedro Luro y Coronel Pringles.
Si bien la Argentina tiene todas las condiciones agroecológicas y agronómicas necesarias para ser un gran productor de semilla de alfalfa, la mayor parte de las mismas se importan fundamentalmente de EE.UU., Canadá y Australia.
En 2016 se declararon importaciones argentinas de semilla de alfalfa por 1.967.558 kilogramos a un valor de ingreso total de 20,9 millones de dólares, mientras que las exportaciones de ese producto fueron de apenas 48.575 kilos por 365.111 dólares (ver planilla).
Incrementar la producción de semilla y cultivos comerciales de alfalfa es una condición necesaria para poder capturar las crecientes oportunidades presentes en el mercado internacional de fardos de alfalfa (que es dominado actualmente por EE.UU.).
En ese sentido, la decisión de las autoridades de Arabia Saudita de eliminar progresivamente la producción local de recursos forrajeros –para priorizar las reservas de agua dulce para consumo humano– incrementarán las necesidades de importación de fardos de alfalfa.