Cuidado con creerse los cuentos chinos: el principal cliente del sector cárnico argentino es (y seguirá siendo) el consumidor local
Eslóganes efectistas versus baño de realidad.
Los eslogans –como el “supermercado del mundo” y demás– están buenísimos para armar comunicados rimbombantes. Pero, de vez en cuando, conviene darse un baño de realidad para evitar que la repetición sistemática de consignas termine definiendo políticas que –luego de un derroche fenomenal de recursos– fracasan de manera estrepitosa.
China es el primer comprador de carne bovina del Mercosur. “La demanda en ese mercado no tiene límite”, dicen. Es cierto. Pero lo que tiene un límite clarísimo es lo que están dispuestos a pagar los importadores chinos, porque la mayor parte de la carne que compran va a parar –en trozos– a guisos asiáticos en los cuales la identidad del producto cárnico no es un dato relevante.
El precio promedio de la carne bovina adquirida por China se encuentra en torno a 3600 u$s/tonelada (versus, por ejemplo, 8500 y 9100 u$s/tonelada en el caso de Holanda y Alemania). Para poder enviar carne a un valor tan bajo, los frigoríficos deben recurrir a la hacienda más barata presente en el mercado, la cual, invariablemente, suele ser la vaca vieja.
Algunos dicen que la gran apuesta es posicionar el consumo de bifes entre la clase alta china. Los australianos invirtieron toneladas de dinero para lograr ese objetivo. Pero descubrieron que los asiáticos se están quedando con ese negocio por medio de la compra de grandes estancias ganaderas australianas y la exportación de hacienda en pie desde esa nación para ser faenada en territorio chino (asegurando así la generación de puestos de trabajo en el propio país).
Los únicos que pueden hacer una diferencia para la ganadería argentina son los europeos. Pero la cuota Hilton destinada a ese mercado ni siquiera llega a completarse porque el envío de unos pocos cortes premium no justifica la faena de un novillo pesado, dado que el resto de la media res debe malvenderse en otros mercados con menor poder adquisitivo.
Lo que podría hacer una diferencia importante es contar con una cuota general libre de aranceles que permita enviar la mayor parte del animal al mercado europeo (tal como logró Canadá en el marco del Tratado de Libre Comercio que está gestionando con la UE). Pero el lobby agropecuario europeo está haciendo todo lo posible para que un eventual TLC Mercosur-UE jamás llegue a concretarse.
Tal como están las cosas, la mayor parte de la oferta de hacienda está conformada por animales livianos diseñados para satisfacer al principal cliente de la cadena cárnica: el consumidor argentino. Y seguirá siendo así por mucho tiempo más porque, pase lo que pase, la identidad de las familias argentinas está indisolublemente vinculada con el consumo de carne bovina.
En ese contexto, la mejor manera de defender el negocio ganadero es regularizar las condiciones sanitarias y tributarias presentes en la cadena cárnica –tal como viene haciendo en los últimos meses el equipo de la Subsecretaría de Control Comercial Agropecuario– para cuidar al consumidor estrella del sector. Y también, en lo posible, educarlo, para que sepa que se pone en riesgo al comprar carne faenada en establecimientos sobrepoblados de Escherichia coli.
Ezequiel Tambornini