Rusia: cómo la ilusión de un gran mercado agropecuario se transformó en la mayor desilusión de la década
En 2014 parecía que se abría una oportunidad histórica que finalmente no se dio.
“Existe voluntad política para que Argentina y Rusia potencien su relación comercial”. Así lo afirmó esta semana el ministro de Agroindustria Luis Miguel Etchevehere en el marco de la visita a Rusia que realizó en misión oficial junto al presidente Mauricio Macri.
El comercio con Rusia es prácticamente inexistente: en los primeros once meses de 2017 Argentina exportó a esa nación bienes por un total de 475 millones de dólares, la mayor parte de los cuales se explican por envíos de carnes, lácteos, peras, manzanas, cítricos, tabaco, maní, productos de la pesca, vinos, porotos de soja y semillas de girasol, entre otros.
“Hoy nos encuentra con un nivel de comercio relativamente bajo que no es representativo del potencial de esta relación. Podemos complementarnos en muchos aspectos, pero para ello debemos resolver algunas cuestiones como también ser más proactivos de ambos lados”, aseguró Etchevehere.
En agosto de 2014 parecía que en Rusia se abría una oportunidad comercial histórica con el bloqueo aplicado (y vigente desde entonces) al ingreso de carne bovina, porcina, aviar, pescados, lácteos, frutas y vegetales provenientes de EE.UU., Canadá, la Unión Europea, Australia y Noruega como respuesta ante los reclamos que esas naciones venían haciendo a las autoridades rusas en lo que respecta a su avance sobre Ucrania.
Pasó el tiempo y ese ilusión de pinchó porque Rusia, además de facilitar la provisión de alimentos de naciones vecinas (muchas integrantes de la entonces URSS), comenzó a cuotificar el ingreso de productos agropecuarios para promover al agro local (aún a costa del impacto que eso generó en el bolsillo de la población rusa).
Mientras que en 2013 Rusia importó 465.861 toneladas de quesos, de los cuales 261.504 provinieron de la Unión Europea, en 2014 esa cifra bajó a 349.416 toneladas (39% con origen en la UE). Ese año, gracias al bloqueo, Argentina pudo colocar 18.562 toneladas en Rusia versus 7372 toneladas vendidas en 2013. Pero esa oportunidad no duró mucho: las ventas argentinas cayeron a 10.254 y 8889 toneladas en 2015 y 2016.
La única nación que logró un aumento sustancial de las colocaciones de quesos en Rusia es la vecina Belarús, mientras que la mayor parte del déficit de quesos europeos provocado por el bloqueo fue acaparado por fabricantes rusos, según un informe del USDA.
Con la importación de manteca y leche en polvo descremada ocurrió algo similar: los volúmenes totales bajaron luego del bloqueo y la mayor parte del negocio quedó en manos de Belarús. Sólo las ventas argentinas y uruguayas de leche en polvo entera crecieron para transformarse, a partir de 2016, en los segundos proveedores del producto detrás de Belarús.
Las compras rusas de carne bovina se derrumbaron a partir de 2015 con la implementación de cuotas de importación muy restrictivas (530.000 y 40.000 toneladas de cortes congelados y enfriados respectivamente). Belarús –nuevamente– se quedó con la mayor parte del negocio gracias a la posibilidad de enviar mercadería sin aranceles al formar parte de la Comisión Económica de Eurasia junto a Rusia, Armenia, Kazajistán y Kirguistán.
Brasil y Paraguay se mantienen –con mucho menos volumen– como segundo y tercer proveedores de carne bovina a Rusia al abonar, dentro de la cuota, un arancel del 11,25%, mientras que por fuera de la misma es de 37,5%. Los cortes congelados enviados son lo más barato de lo barato: en 2017 el valor FOB promedio de la carne bovina exportada por Brasil a Rusia fue de 3277 u$s/tonelada versus –por ejemplo– 4204 y 4397 u$s/tonelada a Irán y China respectivamente, según datos oficiales publicados por Abiec.
En el caso de la carne porcina, luego de la desaparición de la oferta europea y norteamericana generada por el bloqueo, su lugar no fue ocupado por otros proveedores debido a la aplicación de cuotas restrictivas del orden de 400.000 toneladas por año. En este caso, Brasil sí pudo aprovechar la oportunidad al duplicar los volúmenes enviados con relación a los despachos realizados antes de 2014, para acaparar más del 90% de las colocaciones disponibles dentro de la cuota (por fuera de la misma son inviables por los elevados aranceles), mientras que las migajas restantes se las reparten entre Belarús, Serbia, Chile y Paraguay. Por su parte, el año pasado Argentina realizó sus primeros embarques de carne porcina a Rusia para aprovechar el hueco dejado por el bloqueo comercial (aunque se trata de operaciones marginales para los volúmenes rusos).
En noviembre del año pasado las autoridades rusas, con la excusa de haber encontrado un fármaco no habilitado en Rusia en un embarque de carne bovina brasileño, suspendieron por tiempo indeterminado el ingreso de carne proveniente de 30 y 18 frigoríficos brasileños bovinos y porcinos respectivamente. La rehabilitación de esas plantas industriales está supeditada a la decisión, por parte de Brasil, de abrir un cupo de importación de trigo ruso libre del Arancel Externo Común (algo que se anunciará próximamente de manera oficial).
En el caso de la carne aviar, ocurrió algo similar a lo registrado con los cortes porcinos: el espacio libre dejado por retirada de EE.UU., que hasta 2013 era el principal proveedor de pollos de Rusia, no fue ocupado por otras naciones. Las importaciones de carne aviar cayeron, también por efecto de la cuotificación, para incrementar las compras provenientes de Belarús, mientras que Brasil mantuvo relativamente su participación de mercado (Argentina participa también, pero como un proveedor marginal).
Foto. Etchevehere junto a Vladimir Plotnikov (presidente la Asociación de Productores Agropecuarios AKKOR).