No tan gracioso: todos los argentinos están bajo el efecto del #RayoPeronizador
La consecuencia de vivir en una economía cerrada.
En los últimos días, en el marco de la consigna #RayoPeronizador, miles de argentinos comenzaron a bromear en las redes sociales sobre las consecuencias de vivir en una economía cerrada.
El modelo peronista se gestó en la posguerra, cuando buena parte de las naciones del mundo –entre ellas la Argentina– se encerraron en sí mismas para implementar una economía de sustitución de importaciones. Si por entonces esa política económica tenía quizás una razón de ser, seguramente no la tiene en la actualidad.
La ironía es que muchos de los festejan las bromas del #RayoPeronizador probablemente no puedan percibir que los efectos de ese rayo tienen actualmente tanta potencia como hace tres, diez o treinta años atrás. Todos los argentinos seguimos viviendo (y padeciendo) una economía de sustitución de importaciones.
Los argentinos decimos soñar con ser el “supermercado del mundo”. Pero tenemos un déficit comercial récord –más del 1000 millones de dólares en el primer mes de este año– con la principal nación del orbe compradora de alimentos. Tenemos expectativas que están completamente disociadas de nuestras actitudes.
Necesitamos contar con industrias exportadoras sólidas que generen las divisas necesarias para poder pagar la deuda dolarizada que está financiando este veranito económico. Pero el Estado no puede dejar acogotar al sector privado porque la situación social y bla bla.
Es una auténtica canallada intentar flexibilizar al trabajador del sector privado para que las empresas puedan ganar la competitividad que el Estado no les puede ofrecer porque no se anima a reducir su sobredimensionamiento.
Dos años atrás volvimos a vivir en una república luego de padecer durante más de una década los designios de un régimen autoritario que llevaba la Argentina hacia el desastre. Pero los fundamentos de la política económica –el #RayoPeronizador– que permitieron el surgimiento del kirchnerismo siguen intactos para cumplir, una vez más, su destino de rebote seguido de crisis y estallido final.
A comienzos de los años ’80 Australia tenía una matriz económica similar a la presente actualmente en la Argentina. Había inflación, desempleo y desánimo. Tenían la autoestima por el piso.
Pero en marzo de 1983 fue elegido en Australia un nuevo gobierno de centroizquierda encabezado por un sindicalista, Bob Hawke, quien eliminó gradualmente todas las protecciones que impedían la libre importación de muchos bienes (como vehículos, vestimenta y calzado) para focalizarse en incrementar las exportaciones en las áreas en las cuales los australianos son competitivos (como minerales, petróleo, trigo, carnes o vinos). El resultado: más de treinta años de desarrollo económico.
La tarea de Hawke no fue sencilla: debió enfrentar a diferentes lobbies proteccionistas que buscaron siempre la manera de desgastarlo para intentar conservar sus privilegios (menos mal que no pudieron lograr su cometido: hoy serían un país tan mediocre como la Argentina).
Los argentinos aún no logramos tener la suficiente confianza en nosotros mismos como para salir del actual laberinto y poder mostrarle al mundo lo mejor que tenemos. El #RayoPeronizador nos mantiene a todos muy por debajo de nuestro potencial. El primer paso para cambiar es entender que todos somos parte de ese problema.
Ezequiel Tambornini