Atención sudamericanos: estamos en el mejor lugar del mundo
Frente a la creciente inestabilidad global.
En 2008 el sistema financiero y económico global estuvo a un paso de colapsar al pincharse la burbuja de dinero imaginario creado por una legión de sinvergüenzas a través de instrumentos derivados construidos a partir de hipotecas basura (sub prime).
El entonces presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Ben Bernanke, comprendió que la única manera de evitar el desastre era validar la creación de ese dinero imaginario por medio de una metodologÃa risueñamente denominada “flexibilización cuantitativa†(quantitative easing). Logró su propósito a costa de comprometer al sostenibilidad de dólar estadounidense como patrón monetario de referencia global.
Bernanke seguramente proyectó que años después, cuando se calmaran las turbulencias, podrÃan entonces implementarse diferentes mecanismos de polÃtica monetaria para ir retirando el exceso de liquidez presente en la economÃa mundial, el cual, si no está validado por un aumento equivalente de la oferta de bienes y servicios, termina haciendo que no haya manera de proteger los ahorros de la confiscación del impuesto inflacionario. De hecho, esa reducción comenzó a instrumentarse desde 2016.
Pero llegó la pandemia del Covid-19. Y nuevamente estamos observando una ampliación de la base monetaria de dólares estadounidenses a niveles estratosféricos con el propósito de solventar, en lo inmediato, los desastres económicos promovidos por el encerramiento obligatorio en una economÃa global hiperconectada. La posibilidad de imprimir dinero hasta el infinito termina cuando la mayor parte de la población cae en la cuenta de que la riqueza real no tiene relación alguna con esa quimera.

En agosto de 1971, el entonces presidente de EE.UU., Richard Nixon, declaró formalmente que el dólar no era convertible en oro, rompiendo asà el patrón “oro-dólarâ€. Y en 1976, en una reunión extraordinaria del Fondo Monetario Internacional (FMI) realizada en Jamaica, se estableció formalmente la libre flotación de todas las monedas del mundo. A partir de entonces, y hasta nuestros dÃas, la única manera de determinar cuánto vale una moneda es por medio del valor de otra moneda, que a su vez debe valuarse según el precio de otra moneda, y ésta a su vez con otra.
La Primera Guerra Mundial (1914/18) hizo volar por los aires el patrón oro vigente por entonces y con él la importancia relativa de la libra esterlina del Reino Unidos en el orden económico mundial. Luego de un perÃodo de gran inestabilidad, que derivó en otra Guerra Mundial (1939/45), el dólar estadounidense se coronó –hasta la actualidad– como el nuevo patrón monetario global.
La pregunta que deberÃamos estar haciéndonos en estos momentos es si acaso no estamos inmersos o ingresando en un nuevo perÃodo de guerra de alcance global, el cual no necesariamente se expresarÃa por medio de un conflicto bélico, sino en una contienda comercial, biológica e informática. Si ese es el caso, tenemos que prepararnos para una fase de inestabilidad monetaria en la cual la potencia emergente –China– intentará imponer al renminbi como patrón monetario internacional.
Ante ese escenario, la mejor manera de defenderse es refugiarse en activos esenciales, entre los cuales los más obvios son los metales preciosos (como el oro y la plata), pero también las materias primas indispensables para el funcionamiento de la civilización humana (commodities), como puede ser el caso de los granos, los combustibles (o biocombustibles) y los metales funcionales (como el cobre o el litio).
Las naciones mejor posicionadas en esa coyuntura serán aquellas que produzcan muchos más activos esenciales de los necesarios para cubrir las necesidades de su población, es decir, las netamente exportadoras, lo que implica que el Cono Sur está un lugar privilegiado del planeta.
Por supuesto: ese privilegio podrá materializarse siempre que exista plena independencia soberana. Y la mejor manera de que eso no ocurra consiste en bastardear las instituciones, corromper el relato polÃtico y destruir el valor de la propia moneda.
La historia, probablemente, nos vuelva a dar una nueva oportunidad. Depende solamente de nosotros saber aprovecharla.
Ezequiel Tambornini
FotografÃa @susanasienra